La nueva clase política, en pos del Litio para sostener el proyecto de la 4T: libro “La Guerra del Litio”

La tesis de que el litio es el nuevo becerro de oro que hace que salive la nueva clase política y empresarial mexicana, tiene un sustento. Igual que a la vieja usanza –cuando el Estado mexicano nació como un comité facilitador de negocios- hoy se siguen dando facilidades para amasar nuevas fortunas a partir de la entrega de la riqueza nacional.

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Por. J. Jesús Lemus

La ambición por el litio es lo que al parecer hizo que la industria minera trasnacional estrechara su relación con los grupos del crimen organizado. Y cómo no iba a ser de esa forma, si Sonora así se apunta a ser el ombligo de la producción y explotación mundial de litio, el nuevo objeto de deseo del mundo, el mineral hasta hoy más codiciado por industrias y naciones, por el que –ya quedó demostrado- empresas y naciones están dispuestos a la guerra y al asesinato en masa.

Ese es el punto focal de este texto: desenmarañar el complejo entramado y la red de intereses que se han tejido entre funcionarios públicos, grupos del crimen organizado, Estado mexicano, gobiernos extranjeros, grupos paramilitares y empresas mineras trasnacionales que ambicionan la riqueza que significa el litio mexicano. Se trata de desenredar la madeja de complicidades tejidas entorno a una serie de sucesos violentos que se han cometido contra víctimas inocentes con la única intención, tal como lo establece el guión de la violencia minera, de despoblar regiones inmensas, bastedad del territorios, que contienen el litio, la nueva moneda de cambio de la humanidad.

Alguien ha llamado al litio el nuevo oro u el oro blanco. En realidad, el litio es algo más que eso. El oro es vanidad, fatuidad, subjetividad. Es solo el reflejo de nuestra condición animal atraída por el resplandor metálico. El litio tiene un valor distinto. Es fundamental para la continuidad de la vida como la conocemos. Es vital en un mundo en donde –como ha sido desde el origen de la vida- la sobrevivencia de la especie depende del movimiento, el movimiento depende de la energía, y la energía depende de su conservación. El litio es el contenedor ideal de la energía eléctrica. Por eso su ambición. El que controle la producción de litio controlara el movimiento de la humanidad.

Bajo ese precepto se entiende –pero nunca será justificación- el extremo de matar por el deseo del metal. Los asesinatos de Rhonita LeBarón Miller, el de sus hijos Howard Jacob, Krystal Bellaine, Titus Alver y Tiana Gricel LeBarón Miller; el asesinato de Dawna Ray Langford, el de sus hijos Trevor Harvey y Logan Jay Langford, y el asesinato de Christina Marie Langford Johnson, ocurrieron en medio de la violencia que anida dentro de las zonas extractivas, en medio de una violencia promovida por las mineras trasnacionales, aliadas del Estado mexicano, representando intereses de gobiernos extranjeros, asesoradas por grupos paramilitares, socias de los grupos del crimen organizado y promotoras de funcionarios públicos corruptos, para desolar las tierras ricas de litio en la zona limítrofe de Sonora y Chihuahua.

El asesinato de las nueve víctimas inocentes de la comunidad LeBaron fue un asesinato por el litio, y no solo es una afrenta social, es y será el sello de vergüenza que en los anales de la historia, por los siglos de los siglos, habrá de marcar al presidente Andrés Manuel López Obrador y su mal logrado régimen humanista, no nada más por la omisión de la torcida indagatoria oficial que ha dejado de lado, como línea de investigación de esa masacre, a la ambición empresarial, sino también por la falta de seriedad para el esclarecimiento del caso.

Hasta el cierre de este trabajo, a cinco años del aberrante asesinato de tres mujeres y seis niñas y niños inocentes de la comunidad LeBarón, el Estado mexicano no ha sido incapaz de darles, ya no digamos acceso a la justicia que sería lo mínimo, sino tranquilidad, a las víctimas y sus familias. Alguien desde la Fiscalía General de la República (FGR) no está haciendo las preguntas correctas, como si no se quisiera molestar a nadie o llegar al fondo del asunto. Alguien, desde la fiscalía federal, no solo debería estar preguntando ¿quién mató a estas mujeres y niños y niñas inocentes? Ese alguien -desde la instancia procuradora de justicia del Estado mexicano- debería fincar sus investigaciones a partir de una pregunta básica ¿Por qué mataron a estas mujeres y niños inocentes?

Hasta ahora, en las supuestas investigaciones que todavía no pueden concluir de este multihomicidio, la autoridad ministerial solo ha centrado sus pesquisas tratando de encontrar quiénes fueron los autores materiales de ese atroz crimen. No se busca autores intelectuales, como si de entrada no los hubiese, o –peor aún- como si por incomodidad no se quisiera tocar ese tema. Mucho menos se busca responder la pregunta básica en cualquier investigación: “¿por qué…?”

La respuesta a la duda fundamental sobre el “por qué” del cobarde asesinato de mujeres y niños del Clan LeBarón, sin duda alguna está relacionado con lo planteado páginas arriba: la presencia de los cárteles de las drogas en la minería. Los grupos delictivos buscando diversificar sus actividades criminales -para lograr ingresos económicos más de allá del tráfico de drogas-, que les lleve a solidificar una ruta de negocios en la prestación de sus servicios de seguridad y violencia, como guardia blanca o disuasivos, como grupos de terroristas, al servicio de la industria minera.

Portada La Guerra del Litio, Grijalbo.

Capitulo III

El Litio

Delante del trono había también algo que parecía un mar, transparente como el cristal. En el centro, donde estaba el trono y a su alrededor, había cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.

Apocalipsis 4:6

Para la clase política que controla el gobierno mexicano, alguna importancia especial deben revestir las reservas de litio que se encuentran en el territorio nacional. La forma en que se está tratando, por parte de la elite gobernante, la cuantificación, ubicación, explotación y comercialización del litio mexicano, apunta hacia un tramposo manejo de este recurso. El litio, como en su momento fueron los hidrocarburos, está destinado a ser el objeto de deseo de la nueva clase gobernante. El litio, sin duda será la fuente de nuevas grandes riquezas que superaran por mucho aquellas fortunas hechas a partir del latrocinio y la explotación de otros recursos naturales nacionales.

La tesis de que el litio es el nuevo becerro de oro que hace que salive la nueva clase política y empresarial mexicana, tiene un sustento. Igual que a la vieja usanza –cuando el Estado mexicano nació como un comité facilitador de negocios- hoy se siguen dando facilidades para amasar nuevas fortunas a partir de la entrega de la riqueza nacional. Eso se puede apreciar en el tema del litio, solo al ver la forma en que hoy se niega el acceso a la información oficial para que cualquiera conozca sobre la ubicación de los principales yacimientos de litio. El Estado mexicano -bajo el consabido pretexto del buen resguardo de la seguridad nacional- se niega a informar públicamente sobre los proyectos de desarrollo que en el ámbito de lo nacional se tienen contemplados para la explotación de las reservas de ese semimetal.

No todo es porque sí. Todo tiene una razón. En esa negación de la información pública sobre la ubicación de las principales tierras en donde se encuentran los yacimientos de litio, se tienen implícita una sola razón: que sea la nueva clase política y empresarial que controla el Estado mexicano, la que lleve mano -o prioridad para hacer negocios- en la adquisición de aquellos terrenos en donde se sabe que existen abundantes reservas de litio. Por eso el gobierno federal no solo no quiere dar a concomer en donde se ubican los principales puntos de concentración de litio. El Gobierno Federal ni siquiera quiere reconocer que exista más litio allende la zona declarada como Reserva Nacional de Litio, que se ubica en el estado de Sonora.

La prueba más evidente de lo anterior es un respuesta de información entregada por la Secretaría de Economía (SE)[1], dependencia a la que corresponde la administración minera del país a través del Servicio Geológico Mexicano (SGM), en dicha respuesta de información oficial, a pregunta expresa sobre “cuáles son los tres principales yacimientos de litio” en México, oficialmente se terminó reconociendo que “no se encontró expresión documental alguna que refiera a sus cuestionamientos”. Es decir, la información más elemental sobre litio el gobierno federal reconoce que no está en su poder. No cuenta con esos datos.

La versión oficial de que el gobierno federal, a través de la Secretaría de Economía no cuenta con la información más elemental sobre las reservas y minería de litio a nivel nacional, resulta absurda. Es una mentira del gobierno federal, dado que en el archivo histórico del Servicio Geológico Mexicano, al menos desde 1981, se cuenta con registros oficiales[2] sobre la existencia de reservas de litio en Telixtlahuaca, Zimatlán y Huajuapan de León, en Oaxaca; Arriaga y Motozintla en Chiapas; Tehuitzingo, Izúcar de Matamoros, Tehuacán, Caldera de los Humeros, Alchichica y Quecholac, en Puebla; así como en puntos indeterminados de San Luis Potosí, Zacatecas.

Solo para demostrar como miente el Estado mexicano, a través del gobierno federal y su actual clase gobernante, que aun cuando aseguran rechazar la corrupción se siguen fermentando en ella, baste señalar que el informe del Servicio Geológico Mexicano que desde 1981 ya habla de la ubicación de importantes estudios geológicos para determinar los principales yacimientos de litio en el país, es secundado por otro documento, uno que desde el 2011 también reconoce la existencia de litio en por lo menos 11 sitios de importancia. Estos sitios están ubicados dentro del distrito minero Bismark, en el municipio de Ascención en el estado de Chihuahua. La sola relación de por lo menos 11 puntos geográficos[3] con concentraciones de litio que se consideran rentables en su explotación, echa por tierra la versión oficial emitida apenas en el 2023, por parte de la Secretaría de Economía, que dice no tener conocimiento de la existencia de yacimientos de litio en el país.

En ese inventario, elaborado en el 2011, se establece que en el sitio conocido como la Laguna de Guzmán, en el municipio de Ascención, Chihuahua, el depósito de rocas con alto contenido de litio que menos potencial tiene, llega a contar con 24 mil metros cúbicos de materiales pétreos. Pero, el depósito que más potencial tiene, para la explotación de litio, cuenta hasta con un millón 600 mil metros cúbicos de materiales de donde se puede extraer el litio.

Antes de continuar con la exposición de cómo y cuál es la razón por la que la clase gobernante mexicana se ha dado a la tarea de mentir sobre el litio, ocultando su ubicación y su prospección económica, es necesario hacer una pausa, para poder entender desde cuándo el litio se convirtió en el semimetal más codiciado en Mexico. Y tratar de entender de qué tamaño puede ser la codicia que bulle entorno al litio, que no solo es la causa y el motivo del engaño oficial, sino que también es la razón y objeto de la violencia permitida y alentada por el Estrado mexicano, para generar el desplazamiento poblacional de aquellas zonas áridas con proyección hacia la riqueza minera.

De tal proporción es el deseo económico que hoy se mueve sobre el litio, concretamente en el caso mexicano, que –al cierre de este trabajo- se sabía de empresas mineras trasnacionales, principalmente chinas y canadienses, que ante la Secretaría de Economía del gobierno de México cabildeaban la posibilidad de cambiar permisos mineros que ya tenían en su poder para la explotación de oro, plata, cobre o hierro, a cambio de obtener una concesión dentro de ese pastel llamado Reserva Nacional de Litio, o al menos otra concesión en cualquier parte del territorio nacional, que les permita entrar en el mercado del litio.

Por otra parte, no puede pasar por alto un fenómeno que a causa de la violencia generalizada se ha vuelto traslucidos en la revisión del diario acontecer: el repunte de la violencia en las zonas mineras, pero especialmente en aquellas con prospección económica a largo y mediano plazo, como son las regiones que cuentan con reservas probadas de litio. La violencia en estas regiones, que casi siempre pasa inadvertida o se diluye en la ola generalizada de violencia que envuelve al país, es propiciada por grupos delictivos plenamente identificados, siempre asociados con una reducida elite gubernamental convertida en comité facilitador de negocios para un grupo de empresarios-políticos selectos, a quienes les informan privilegiadamente los  datos relativos a la geolocalización, propietarios del suelo o reservas estimadas de litio.

A todo esto ¿Por qué el litio es tan preciado, hoy? Antes que buscar una respuesta en las modas metálicas que la economía mundial ha impuesto en diversos momentos de la historia de la humanidad, como en su momento fue la época de la plata o posteriormente la fiebre del oro, tenemos que mirar a la ciencia. El litio está en el interés de las naciones y de las economías por razones tecnológicas y científicas, porque desde la academia se ha establecido que la movilidad mundial -dentro de muy poco tiempo- dejara de depender del petróleo. El litio, por su capacidad de conservar la electricidad, es la alternativa más viable que tiene la humanidad para seguir en movimiento como hasta ahora.

La época de la plata, la que en diversos textos históricos le suelen llamar fiebre de la plata, es el periodo histórico –si lo centramos en México- que comienza a partir de 1546, cuando con la llegada de los primeros colonos españoles a la Nueva España, se comenzó a incursionar en la minería. Por la tendencia económica de aquella época, la plata era el metal de mayor interés por acuñar. Las primeras minas de plata en explotación, que –hacia 1548- dieron un empuje a las economías de la Nueva España y España, empujando en el valor intrínseco de la plata, fueron las de Zumpango, Tehuantepec y Taxco, (Guerrero); Tlalpujahua, (Michoacán); y Sultepec, (Estado de México).

La demanda de la plata, que llevó al primer despojo de la tierra en el México apenas en ciernes, sería nada comparado con el arrebato del territorio que se dio en la Alta California ya convertida en territorio de Estados Unidos a partir de 1850. Allí, cuando miles de inmigrantes se movilizaron y se mataron por la tierra, fue donde nació la llamada fiebre del oro. El oro, por razones subjetivas –como casi en todas las que se basa la economía- fue desde entonces el motor de muchas economías.

A diferencia de las razones económicas que han dado pie al deseo inexorable de la humanidad para lograr la posesión de metales, solo porque son bellos y brillantes, por los que destrozamos nuestro habitad para extraerlos y poseerlos -lo que demuestra que aún no estábamos aptos para bajar del árbol en el que una vez nos mecimos aullando al brillo la luz de la luna-, resaltan las razones tecnológicas y científicas que mueven a la humanidad para la extracción de otros verdaderos recursos naturales, como el petróleo y ahora el litio, que implican el desarrollo, aunque no precisamente el progreso, de la humanidad.

La explotación del petróleo, como ahora se proyecta con el litio, tiene un sentido diferente a la explotación minera de metales precisos, como la plata y el oro. Mientras estos dos metales, el oro y la plata, se extraen con fines meramente económicos, bajo la subjetividad social que les otorga un valor intrínseco irreal, el petróleo –como ahora se pretende con el litio- se desea a partir de un principio tecnológico y científico: es el combustible para el movimiento de la humanidad.

Como en su momento el petróleo, ahora el litio está revestido de una gran esperanza por parte de la humanidad. Es la sustancia en la que se ha fincado la posibilidad de que toda la raza humana siga en movimiento. Como la horda que somos, hemos entendido que el petróleo está llegando a su fin. Que se están agotando todas las grandes reservas de hidrocarburos en las que pensábamos -allá, por la década de los 70’s del siglo pasado- que nadaría eternamente la humanidad. En la década de los 70’s, cuando la euforia mundial puso todas sus esperanzas de progreso y desarrollo en un recurso finito, ni siquiera imaginamos que llegaríamos muy pronto a estrellarnos con un golpe de realidad; el petróleo está por extinguirse. Por eso la importancia del litio ahora.

El litio se considera vital para el desarrollo de la humanidad, al menos así lo refieren en sus planes de políticas energéticas y de seguridad nacional los gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Canadá, Japón, y otros de las principales potencias del mundo. Consideran que el litio es fundamental porque es el elemento químico a partir del cual se puede elaborar un sistema de almacenamiento de energía eléctrica, que permita la movilidad autónoma de todo tipo de transporte. Cuando se termine el petróleo, lo único que permitirá la movilidad de la humanidad serán los sistemas autónomos de almacenamiento de energía eléctrica. De todos los elementos químicos conocidos hasta ahora, es el litio el que mejor garantiza las condiciones necesarias para la elaboración de sistemas de almacenamiento energético.

Los sistemas de almacenamiento de energía, proyectados por ahora en la utilización del litio, son fundamentales para la pervivencia de la humanidad. Desde que la vida brotó en el agua, la movilización de los seres vivos ha sido fundamental. Por encima del movimiento solo se encuentra la necesidad de la alimentación, la que no es otra cosa que una forma de almacenar energía. El almacenamiento de la energía en el ser humano, solo tiene una finalidad: el movimiento. Y porque el movimiento es inherente a la vida y a la pervivencia de la humanidad, por eso se ha dado una exagerada esperanza al litio.

Puede ser exagerada la esperanza puesta en el litio, como elemento químico sobre el que se pretende recargar la responsabilidad de sobrevivencia de la humanidad, al menos para continuar en movimiento para cuando se terminen los hidrocarburos, pero el litio no es un tema  novedoso en México. Desde finales de 1970, cuando el mundo estaba fascinado con el boom petrolero, creyendo que allí estaban todas las respuestas al tema energético, en México se comenzó a pensar en otras alternativas energéticas distintas al petróleo. Luis Echeverría Álvarez el primer presidente mexicano que comenzó a pensar en investigaciones científicas, acorde a lo que en aquel momento se hablaba en la academia del viejo bloque socialista, bajo la influencia de la Union de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En México, en 1970 se fundó el Centro Nuclear “Dr. Nabor Carrillo Flores” mismo que a partir de 1972 pasaría a ser la Comisión Nacional de Energía Nuclear, que luego encabezó el científico e investigador José Ortiz Tirado.

El presidente Luis Echeverría fue el primer mandatario mexicano en pensar en el litio como una posibilidad energética. Creyendo que se trataba de una transición más inmediata, ordenó al rector de la UNAM, también de filosofía socialista, Pablo Gonzalez Casanova que instaurara un programa académico de investigación sobre el uso del litio como alternativa energética. El tema, evidentemente, no fue concluido por el rector Pablo González, por lo que su sucesor en la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, Guillermo Soberón Acevedo, retomó la instrucción, igual que en su momento el presidente José López Portillo continuó con el plan energético impulsado por su antecesor, Luis Echeverría Álvarez.

Así justificaba la investigación y la aplicación de recursos oficiales un informe de la época del presidente José López Portillo: “Debido a que el elemento litio es un metal que actualmente ha adquirido suma importancia como materia prima y a las enormes expectativas que tiene a largo plazo como componente en las pilas recargables de los vehículos eléctricos. El Consejo de Recursos Materiales por medio de la Gerencia de Estudios Especiales y su Departamento de Investigación Aplicada se ha abocado a la prospección de este elemento en sus diferentes modos de ocurrencia, ya que está considerado como un mineral estratégico”.[4]

En el inicio de las investigaciones sobre litio, impulsadas desde la presidencia de México, se consideraba que ese metal era un energético –porque esa era la información que venía desde la academia soviética-, se creía que el litio contaba con características químicas capaces de una reacción en cadena. Se pensó desde la ciencia mexicana que se estaba frente a un elemento químico con capacidad de fisión o fusión nuclear, que podría colocar a México en la carrera mundial por la energía atómica.

El errado conocimiento que se tenía sobre el litio quedó expuesto en un informe técnico, elaborado en 1981, donde se puede leer: “Las aplicaciones en las cuales se emplea el litio son en gran número, pero entre las más importantes se citan las siguientes: como mineral estratégico se emplea para la fabricación de la bomba de hidrogeno y en los motores de gas de los submarinos, el incremento a la demanda de este elemento ha dado lugar a nuevos usos, en la producción de energía en los reactores de fusión y recientemente se ha descubierto que se pueden fabricar baterías eléctricas de larga duración y de recargas múltiples y que se utilizarían principalmente en vehículos de motor eléctrico”.[5]

Aquella forma equivocada de concebir el litio desde la elite gubernamental puso a operar a la academia. Paralelamente, tras ordenar la investigación de campo para la ubicación de los principales yacimientos de litio en el país, como ensayo a la carrera de la energía atómica en la que el gobierno de México consideraba que el país sería un destacado participante, se ideó el proyecto de dar al mundo una muestra del milagro energético mexicano. Se acarició un proyecto para crear una central eléctrica con un reactor nuclear. En un principio se pensaba en un reactor de fisión nuclear a base de litio.

El desencanto llegó después, cuando se estableció desde el método científico que el litio no tiene las características químicas necesarias para la reacción en cadena. Pero eso no limitó al gobierno mexicano. Por decoro gubernamental se continuó con el plan de un reactor nuclear para la generación de electricidad, pero a base de uranio. Con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, que comenzó a suministrar uranio enriquecido, y las empresas General Electric y Mitsubishi, que dotaron de tecnología, el gobierno mexicano puso en operación en 1990 su primera –y hasta la fecha única- planta generadora de electricidad a partir de la explotación de la energía atómica.

La equivoca concepción del litio por parte del gobierno mexicano a final de cuentas resultó en dos aciertos: aunque con uranio, pero comenzó a funcionar en el municipio de Alto Lucero, Veracruz, la primera planta generadora de electricidad con base en la energía atómica. Hasta el día de la publicación de este texto aún estaba en operación sin ningún problema la planta de Laguna Verde, que seguía bajo la dirección de la Comisión Federal de Electrizad (CFE). Por otra parte, se dio también el inicio de la revisión al inventario minero sobre las reservas probadas de litio.

Una de las razones por las que el gobierno mexicano, en el sexenio de José López Portillo, no dejó de lado la investigación sobre la ubicación de yacimientos de litio fue porque ese metal se encuentra en la naturaleza junto o en presencia de otros elementos químicos de importancia, considerados estratégicos desde entonces. Así lo refiere el estudio de campo aludido anteriormente, que data del año de 1980: “El objetivo principal del presente estudio fue el reconocimiento geológico-económico de las estructuras pegmatíticas en el estado de Sonora por ser en estas rocas en donde principalmente se localizan los yacimientos de litio y elementos asociados como: cesio, rubidio, berilo, tántalo, niobio, tungsteno y tierras raras, esto considerando la importancia que en los últimos años ha adquirido el uso comercial de estos elementos, tanto en su aspecto comercial como estratégico”.[6]

Como parte de la estrategia de seguridad nacional, para darle a Mexico el marco jurídico y la certeza necesaria, a fin de contar con fuentes energéticas alternas al petróleo, además de empatar con el concierto internacional -que bullía en torno al surgimiento de la moda atómica-, en 1979, el presidente José López Portillo decretó la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia Nuclear, mejor conocida como “Ley Nuclear”. En dicha ley, el gobierno mexicano estableció el principio de reserva, por seguridad nacional, de algunos elementos químicos fundamentales para la explotación de la energía nuclear con fines pacifistas. Los elementos que quedaron reservados bajo custodia, tutela y explotación del Estado, fueron uranio, torio y plutonio. Hasta el cierre de este trabajo el gobierno mexicano mantenía bajo reserva la entrega de concesiones para la explotación de los citados elementos químicos que reservó el gobierno del presidente José López Portillo.

De la estrategia nacional que planteó el presidente López Portillo, cuando se intentó poner orden en la explotación de la riqueza minera de Mexico, llama la atención la creación por decreto de la empresa Uramex.[7] Este ente autónomo, descentralizado del gobierno federal –de acuerdo a lo proyectado en la Ley Nuclear-, sería el responsable de explotar las reservas de uranio, plutonio y torio, elementos que quedaron contemplados vedados a la explotación de particulares, bajo la figura de la nacionalización. Uramex nació con la misma intención y bajo el mismo esquema con el que décadas después vería vio la luz pública LitioMX, el ente descentralizado que el presidente Andrés Manuel López proyecto para la explotación del litio.

Retornando al tema del litio. Cuando el presidente López Portillo abocó las acciones oficiales para observar de qué tamaño eran las reservas de litio con las que contaba el país,  lo que se encontró fue aún más sorprendente. En una rápida exploración del territorio nacional se encontró          que por donde se picara el suelo podría brotar litio. La primera misión de investigación que al azar se lazo por el territorio nacional, por parte del Consejo de Recursos Naturales que dependía de la Secretaría de Patrimonio Nacional y Fomento Industrial, la génesis de la Secretaria de Economía y de la Secretaría de Energía, encontró que tanto en el sur como en el norte, se encontraban vastas extensiones de litio.

Las dos misiones que lanzó el gobierno mexicano en la búsqueda de litio, dieron buenos resultados. Tanto al sur como en el norte, se contó con evidencias de asentamientos importantes de ese metal, el que por sus altos contenidos en roca era viable para su explotación económica. De acuerdo a los parámetros científicos y técnicos de 1980, para que una mina de litio fuera rentable en su explotación, las rocas (pegmatitas) deberían contener por lo menos el 1 por ciento de litio. La mayor parte de los yacimientos encontrados en la primera exploración minera –tanto en el norte como en el sur del país- arrojaron contenidos de litio que llegaban hasta el 9 por ciento. Solo hablando de litio contenido en rocas.

Las primeras misiones de búsqueda de litio, también dejaron ver el potencial del suelo mexicano, en yacimientos de litio contenidos en salmuera. Los trabajos de exploración hechos al suelo mexicano, hacia 1982, encontraron que en la cuenca hidrológica de Casas Grandes, que incluye la Laguna de Palomas y la subcuenca de Villa Ahumada, Chihuahua estaban los valores más altos de litio.[8] En los sedimentos de la Laguna Tres Ojos, se encontró concentración de litio en proporción de 132 mil partes por un millón (ppm), en la Laguna Palomas, la concentración fue de106 mil 260 partes de litio por un millón de otros sedimentos o sustancias. En los análisis que se hicieron a la La Laguna Salada, en Zacatecas, se encontró una concentración de litio de 3 mil 700 partes por millón en muestra de agua, y 374 partes por millón en sedimento; en la Laguna Hernández, en Zacatecas, la concentración de litio fue de mil 470 partes por millón, mientras que en la Salinera Chichimequillas, en Zacatecas, se obtuvo una concentración de litio de 6 mil 300 partes por millones en muestra de salmuera.

Estos valores de concentración de litio cobran su justa dimensión cuando son comparados con los parámetros de algunas reservas de litio que ya para 1982 estaban siendo exploradas a nivel mundial, como es el caso de las reservas de litio de Estados Unidos, las que se anunciaban como las más importantes de entonces. Las concentraciones de litio en las reservas que Estados Unidos ya planteaba como las más importantes son: en las salmueras de Silver Peak, en Nevada, se tenía una presencia de litio en proporción de apenas 300 partes por millón; en las salmueras de Searles Lake, California, el litio presumido por Estados Unidos llegaba a solo 70 partes por millón.

Al cierre de este trabajo, en el concierto internacional minero –por la demanda que tiene el litio- se consideran proyectos económicos viables aquellas regiones mineras que contienen el 0.001 por ciento de litio (equivalente a 10 partes por millón). Bajo ese parámetro aumentan las regiones de suelo mexicano que podrían ser observadas con ambición por las empresas mineras trasnacionales para la instalación de proyectos extractivos de litio. Solo hay que ver con lo que sucede con el oro. Hacia 1980, a nivel mundial, se consideraba con prospección económica cualquier mina que tuviera un promedio de 10 gramos de oro por tonelada de tierra. Al cierre de este trabajo, para que un yacimiento de oro se considere rentable basta con que aporte un gramo de oro por tonelada de tierra.

En México, hay minas de oro bajo el imperio trasnacional que se consideran rentables, aun cuando su producción metálica parte de una muy baja proporción de oro, que no llega ni siquiera a un gramo de metal por mil kilos de tierra removida. Las diez mineras trasnacionales que socavan el suelo mexicano, removiendo miles de toneladas de tierra –con toda la destrucción social y ecológica que implica- solo para lograr unos cuantos gramos del metal dorado, y –en un símil- treparse como simios contentos al árbol para admirar el metal brilloso que les seduce, destacan Almaden Minerals Ltd., Alamos Golden Inc., Animas Resources Ltd., Argonaut Gold, Esperanza Resources, Gold Corp Inc., Pembrook Mining Corp., y Southern Silver Corporation, todas ellas de Canadá, así como las mineras norteamericanas Alto Group Holding Inc. y Dyna Resources Inc.[9]

Se puede asegurar que hasta 1983 la clase gobernante mexicana no sabía en términos generales qué era el litio del que tanto se hablaba en la academia europea, considerado como el metal que se convertiría en una nueva fuente energética de la humanidad, tampoco se sabía si en México había reservas de litio, muchos menos de qué tamaño era la riqueza derivada de este metal. Eso motivo a una política de Estado, ejecutada entre el fin del sexenio del presidente José López Portillo y el inicio del periodo de gobierno del presidente Miguel de la Madrid. Tal política de estado consistió en lanzar una investigación para saber de qué se estaba hablando cuando se hablaba de litio.

Como si se hubiesen tirado dos dardos al azar sobre el mapa de la república Mexicana, uno al sur y otro al norte, así fueron asignadas las dos primeras misiones para ubicar los yacimientos de litio. Esas misiones de investigación geológica trabajaron entre 1980 y 1983. Una misión de geólogos fue a recorrer los estados de Sonora y Chihuahua, y la otra se encaminó hacia Oaxaca y Puebla. Lo que se encontró fue muy alentador para el futuro mexicano. Literalmente, donde los investigadores picaron piedra brotó el litio en concentraciones considerables como para hacer viable económicamente cualquier proyecto extractivo.

El primer inventario nacional de litio (Anexo Mapa 1), que así como se conoció se decidió ocultar, refiere una gran riqueza nacional. Únicamente en cuanto al metal encontrado en depósitos evaporíticos  (sedimentos rocosos que se forman por precipitación de minerales en aguas sobresaturadas), entremezclado con nitratos, sales de potasio, fosfatos, diatomitas, yeso y sales de sodio, se encontró que en casi todo el territorio nacional se cuenta litio. Solo no se encontró litio, en esas primeras exploraciones, en Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Baja California, Sinaloa, Morelos, Chiapas, Nayarit, Ciudad de México, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Aguascalientes.

Los estados con más litio concentrado en depósitos evaporíticos, según el primer mapa oficial de reservas de litio, logrado por el gobierno mexicano en 1981, son Nuevo León, en donde de ubicaron 17 posibles yacimientos; en Coahuila se encontraron 16 yacimientos; en San Luis Potosí, 13; en Durango se ubicaron 10 depósitos de litio, igual que en Oaxaca; en Chihuahua, 9; en Zacatecas 8; en Puebla, Colima y Michoacán, 5 depósitos en cada estado; en Guanajuato y Sonora, fueron 3 depósitos en cada entidad; en Tlaxcala, Estados de México e Hidalgo, se ubicaron 2 depósitos, respectivamente, mientras que en Baja California Sur, Guerrero y Querétaro, se encontraron solo un depósito por cada estado.

Es importante precisar la cantidad de yacimientos de litio que se consideran denunciados a partir de la primera exploración técnica de noviembre de 1981, dado que luego -como quedará demostrado aquí- algunos yacimientos que fueron reconocidos oficialmente con alto potencial minero, simplemente desaparecieron de los mapas. Misteriosa o mañosamente muchos predios que se reconocieron con litio, hoy oficialmente son solo solares sin ninguna aparente importancia oficial, lo que hace que esos predios se puedan comercializar más fácilmente entre particulares, sobre todo por parte de aquellos que pueden tener información privilegiada sobre lo que hay en el subsuelo de esos predios.

Veamos algunos casos particulares en donde la versión oficial de la clase gobernante choca entre sí, cuando se trata de informar sobre el litio que se encuentra en reserva en México. Por ejemplo, en el estado de Chiapas, en el mapa oficial de sitios con yacimientos o depósitos de litio que se elaboró en 1982, indica que no existen vestigios del metal. Pero en otro informe de un año anterior, en el que se refieren estudios geológicos hechos en la zona de Motozintla, se remarca que sí hay litio, al afirmar que “además algunos depósitos –hablando de exploraciones en salmueras y lagos secos en Chiapas- representan cantidades considerable de litio y boro”. (Anexo Mapa 2).

Igual sucede con Michoacán. En el informe inicial de exploración de litio, hecho en 1982, se establece que en esa entidad existen por lo menos cinco sitios con reservas de litio de importancia. Esto se ratifica con lo establecido en un informe posterior, hecho en 1983, en donde se confirma que en un muestreo hecho sobre el lecho del lago de Cuitzeo,  en Michoacán, “salieron valores altos en litio, 191 partes por millón, y potasio 10 mil 100 partes por millón”,[10] además se refiere que en un muestreo realizado a una zona de aguas termales, en la zona de los Azufres, también se denota la presencia de litio en Michoacán.

Si esos datos lo cruzamos con la información vigente al día de hoy, con el mapa que ofrece la Secretaría de Economía, en donde refiere los principales proyectos mineros en exploración o explotación de litio (Anexo Mapa 3), lo primero que resalta es que el proyecto de litio en la zona del lago de Cuitzeo no aparece. Fue borrado del mapa. Es más, ni siquiera oficialmente se reconoce que exista litio en la zona del lecho del lago de Cuitzeo, ni en los alrededores como lo indican los estudios primigenios realizados en el área.

En un informe oficial que brinda el Servicio Geológico Mexicanos, de la Secretaria de Economía, emitido en abril del 2022, se refiere que en todo el territorio nacional se están llevando a cabo trabajos de investigación sobre litio en solo en 82 sitios,[11] ubicados en los estados de Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas. Por lo que hace a Michoacán, en donde debería haber cinco sitios ubicados con litio, porque así lo establecieron los primeros estudios de campo, solo se reconoce que existe un sitio de exploración de litio, uno que se ubica en el municipio de Ocampo, en la localidad de Aporo.

Algo importante debe pretender la clase gobernante, entorno a los depósitos de litio, como para estar exhibiéndose en sus mentiras respecto a la existencia, ubicación y proyectos de exploración y explotación de ese metal. Si no, no se entiende la razón de la mentira oficial cada vez que se emite una respuesta sobre información que públicamente se solicita. Esta es una joya: con base en la información contenida en la respuesta oficial emitida por el Servicio Geológico Mexicano, se establece que en Guanajuato se ubican oficialmente tres sitios mineros para la explotación de litio. Estos yacen en los municipios de San Francisco del Rincón, Silao y Valle de Santiago. En esas localidades se ubican los yacimientos conocidos como San Francisco, Ejido Campestre-Primavera y Valle de Santiago, respectivamente.[12]

A pesar de ello, pese a la existencia de esa evidencia documental pública emitida el 01 de abril del 2022, en otras respuestas emitidas sobre información solicitada, el Servicio Geológico Mexicano y la Secretaria de Economía han negado la existencia de litio en Guanajuato, así se observa en la respuesta vertida el 16 de mayo del 2022, en donde a pregunta expresa sobre en qué municipios de Guanajuato existen yacimientos de litio, el gobierno federal respondió: “Con base en las facultades, competencias y funciones que los ordenamientos jurídicos otorgan al Servicio Geológico Mexicano (SGM), se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva y razonable de la información solicitada, no encontrando reportes, informes o referencias que especifiquen que existan yacimientos minerales que contengan el elemento litio en ninguno de los municipios que conforman el estado de Guanajuato”.[13]

El caso más icónico, por no decir estúpidamente ridículo, sobre la forma en que la clase gobernante intenta mentir a la población sobre la realidad del litio en México, al negar su existencia, se encuentra resumido en la respuesta a una solicitud de información que públicamente entregó el Servicio Geológico Mexicano (SGM) en diciembre del 2022, en donde se niega que exista más litio en Mexico que el que está siendo explotado por la empresa de capital canadiense Bacanora Minerals Ltd. en Asociación con la también canadiense minera Rare Earth Minerals Plc. La respuesta dice: “en relación a cuántos yacimientos de litio existen en el país, el SGM únicamente tiene conocimiento del yacimiento perteneciente a la empresa denominada ‘Bacanora Lithium’, la cual, da a conocer que en el municipio de Bacadéhuachi, Estado de Sonora, se encuentran desarrollando un proyecto para extraer litio ‘con recursos del orden de 8.8 millones de toneladas de carbonato de litio’”.[14]

Con esa y las otras respuestas, que evidentemente niegan la propia información que se ha emitido desde el seno del poder controlado por la nueva clase política, más ambiciosa y rapaz que la que fue desplazada y obligada a la mimetización ideológica, solo resultan dos opciones en claro; que luego de más de 40 años de haber iniciado la cuantificación y la cualificación de las reservas de litio, no se tiene ni la menor idea de cuánta es y donde está la riqueza minera fincada en el litio, o que se está escondiendo la dicha riqueza –a los ojos de todos-, para poder apropiarse de ella, a través del bandidaje.


[1] Secretaría de Economía, Servicio Geológico Mexicano, Respuesta a Solicitud de Información, con folio 330028123000088, Pachuca de Soto, Hidalgo, a 17 de abril de 2023.

[2] Ochoa Camarillo, Héctor; Gasca Durán, Abel; Herrera Maguey, José Antonio, Gerencia de Estudios Especiales, Departamento de Investigación Aplicada, “Prospección de Litio en México: Fase de Reconocimiento”, México, D.F., 1981.

[3] Valverde Ramírez, Jaime, Servicio Geológico Mexicano, “Inventario Físico de los Recursos Minerales de la Carta Guzmán H13-A42”, Ascensión, Chihuahua, Noviembre del 2011.

[4] Ochoa Camarillo, Héctor; Gasca Durán, Abel; Herrera Maguey, José Antonio, Gerencia de Estudios Especiales, Departamento de Investigación Aplicada, “Prospección de Litio en México: Fase de Reconocimiento”, México, D.F., 1981.

[5] Martínez Rodríguez, Leonardo; Peña Rocha, Leonel; Vega Cruz, Benito, Consejo de Recursos Minerales, Gerencia de Estudios Especiales, Departamento de Investigación Aplicada, “Estudio Geológico de Evaluación e Investigación del Elemento Litio en Pegmatitas en el Estado de Sonora”, México, D.F., Julio de 1980.

[6] Ibídem.

[7] Diario Oficial de la Federación, Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial,  Decreto por el que se expide la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Material Nuclear, Capítulo IV de Uramex, México., D.F., 26 de enero de 1979.

[8] Gasca Durán, Abel; Rubinovich Kogan, Raúl; Triay Cisneros, Leonardo; Quiroz Alonso, José Francisco; Cruz Guzmán, Roberto; Consejo de Recursos Minerales, Gerencia de Estudios Especiales, Departamento de Investigación Aplicada, “Proyecto Litio en Salmueras”, Informe Anual 1982, México, D.F. 1983.

[9] Secretaría de Economía, Coordinación General de Minería, Proyectos Mineros Operados por Compañías de Capital Extranjero, Ciudad de México, diciembre del 2023.

[10] Guzmán Alcanzar, José Guadalupe; González Lamadrid, José Luis; Consejo de Recursos Naturales, Gerencia de Exploración, Residencia Michoacán, “Informe del Muestreo de Sedimento Realizado en el Lago de Cuitzeo y Aguas Termales, Municipio de Cuitzeo, Michoacán”, Morelia, Michoacán, enero de 1983.

[11] Secretaría de Economía, Servicio Geológico Mexicano, Respuesta Oficial a la Solicitud de Información No. 330028122000023, Pachuca de Soto, Hidalgo, 01 de abril del 2022.

[12] Ídem.

[13] Secretaría de Economía, Servicio Geológico Mexicano, Respuesta Oficial a la Solicitud de Información No. 330028122000032, Pachuca de Soto, Hidalgo, 16 de mayo del 2022.

[14] Secretaría de Economía, Servicio Geológico Mexicano, Respuesta Oficial a la Solicitud de Información No. 330028122000124, Pachuca de Soto, Hidalgo, 22 de diciembre del 2022.

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