Foro Alicia: nadie fue, nadie sabe ¿hay gobierno en CDMX?
El desgobierno se nota, pues, según lo comunicado por estos servidores públicos, la responsabilidad no es de la Alcaldía ni del gobierno de la CDMX; supuestamente, tampoco fueron órdenes federales. Entonces, ¿el Ejército se manda solo? ¿Con qué cara los gobernantes se hacen llamar así, si solo cumplen un papel secundario? Pareciera que la SEDENA se manda sola y puede acarrear desde a la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) hasta a la Guardia Nacional.

El desalojo del Foro Alicia desenmascaró —si es que no lo estaba ya— las acciones represivas que el gobierno de la Ciudad de México pone en práctica desde hace décadas, aun cuando el gobierno de Sheinbaum aseguró que esto se terminaría y Brugada dijo que habría continuidad en el “respeto” al ciudadano.
En esta ocasión no fue la represión de una manifestación pacífica en Xochimilco exigiendo la liberación de una defensora del territorio, ni los golpes e intimidación a una protesta contra el genocidio palestino en Reforma. Tampoco fue la “valiente” acción de los cuerpos de élite de la represión conocidos como “Zorros” contra un colectivo de familias buscadoras que, hartas de la indiferencia estatal, tuvieron —sí, tuvieron— que recurrir a la toma de una de las arterias más importantes de la Ciudad para exigir la atención de César Cravioto y las comisiones de búsqueda, tanto nacional como estatal, que hagan su trabajo: buscar a sus hijas. Ahora fue la incomodidad que el punk, afortunadamente, sigue causando en los represores del Estado; el miedo de Clara, Alessandra, Sheinbaum, Harfuch, Cravioto o Trevilla Trejo. Ni ellos saben quién gobierna.
El desgobierno se nota, pues, según lo comunicado por estos servidores públicos, la responsabilidad no es de la Alcaldía ni del gobierno de la CDMX; supuestamente, tampoco fueron órdenes federales. Entonces ¿el Ejército se manda solo? ¿Con qué cara los gobernantes se hacen llamar así, si solo cumplen un papel secundario? Pareciera que la SEDENA se manda sola y puede acarrear desde a la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) hasta a la Guardia Nacional.
Así es la vida en una ciudad abandonada, que no puede ni siquiera proteger a sus colaboradores, aun cuando los llaman vitales, necesarios o “mano derecha”. ¿Qué le queda al ciudadano? La respuesta estuvo a metros de donde fueron asesinados los dos colaboradores de Brugada en mayo pasado.
Mientras el delito ocurría, un colectivo de familiares buscadores cerró la Calzada de Tlalpan para exigir la aparición de sus familiares. Una de las víctimas lleva desaparecida desde 2017, pero al gobierno poco le importa. La actitud de César Cravioto ante el colectivo ha sido de indiferencia y desprecio.
Aparentemente, es normal que los gobiernos represores, esclavistas y fascistas teman a la música, sobre todo al punk, precisamente el género que toca Fermín Muguruza, cantante vasco que hizo temblar las débiles estructuras del gobierno de la CDMX, evidenciando la poca confianza que tiene en sí misma la continuidad de la 4T en la capital.
No es novedad, ni en México ni en el mundo, la represión de las expresiones culturales; esto —de hecho— es una marca del autoritarismo. Decirte qué escuchar, qué ver, qué sentir es lo que buscan los opresores. Lo disfrazan de moralidad o de “apología”. Ya no importa si es un corrido o punk vasco; lo que importa es mantener sumiso al ciudadano, que no vea la sangrienta realidad del corrido ni sienta la indignación y la furia que provoca el punk, esos sentimientos que, al final, llevan a la protesta, la organización y la exigencia de resultados.
Fueron mandos de la SSC, dice Clara
Según las versiones más recientes de la supuesta investigación realizada por el gobierno de la Ciudad de México, fueron mandos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana asignados a la alcaldía Cuauhtémoc quienes, por iniciativa propia, decidieron cometer esta agresión contra el Multiforo Cultural Alicia.
Clara Brugada dio a conocer, el 31 de mayo —un día después de los actos represivos en el concierto de Muguruza—, que los mandos responsables ya habían sido cesados de su cargo y puestos a disposición.
Esta versión es similar a la expresada por Ignacio Pineda, fundador e integrante del Foro Alicia, quien, a través de redes sociales, difundió un video donde afirmó que fueron policías de la SSC quienes provocaron el cierre del evento. A raíz de la supuesta falta de permisos para la realización del evento, César Cravioto, secretario de Gobierno de la CDMX, utilizó este testimonio para afirmar que se trataba de autoridades de la alcaldía Cuauhtémoc las responsables del desalojo.

Este domingo, luego de su participación en la deprimente elección al Poder Judicial, Clara Brugada afirmó que la participación de las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional responde a la solicitud de apoyo realizada por los mandos involucrados en el acto de represión.
La realidad es que la presencia del Ejército en la Ciudad de México ha sido una constante desde el gobierno de Claudia Sheinbaum, quien además buscó utilizar —y de hecho lo hizo— a la Guardia Nacional en labores de vigilancia del Sistema de Transporte Colectivo Metro, que supuestamente estaba siendo blanco de “sabotaje”. El resultado: inocentes detenidos, la costumbre de las Fuerzas Armadas y ninguna solución, pues a día de hoy el metro sigue teniendo decenas de accidentes, desperfectos e inconvenientes que ponen en riesgo la vida de los usuarios.
En la actualidad, los habitantes de la CDMX hemos aprendido a vivir con esta presencia abrumadora, algo preocupante en vista de los planes futuros del gobierno, que busca —imitando el estilo de Díaz Ordaz— mostrarse como una ciudad de progreso ante el Mundial que se jugará en Norteamérica el próximo año.
A eso se suman los “ataques” con jeringas en el STC Metro reportados durante todo el mes de mayo, lo que provocó un cambio de director —de Guillermo Calderón, acusado de acoso y hostigamiento a periodistas, de Adrián Rubalcava, amigo de Sandra Cuevas, la controvertida y represora exalcaldesa de Cuauhtémoc, acusada de nexos con el narcotráfico—. El resultado: a su segundo día de nombramiento, la implementación de un fuerte operativo de seguridad que más bien parecía una competencia para ver quién era más prejuicioso al escoger a los ciudadanos víctimas de molestia en su persona y pertenencias, so pretexto de hallar a los responsables de los “pinchazos”.
Por si esto fuera poco, Rubalcava, coludido con la SSC, implementaron la presencia de elementos caninos para la detección de narcóticos, policías y personal del Metro encubiertos entre los usuarios, y un incremento en la presencia policial. Poco le faltó para pedir apoyo a la Guardia Nacional, Marina y hasta Sedena. Lo paradójico: no hay detenidos y los “pinchazos” se detuvieron por arte de magia.
La existencia de las agresiones es totalmente plausible; quiénes las provocan y si son delincuentes o las mismas autoridades, nadie lo sabe, pero sirvió perfectamente para garantizar la criminalizadora acción de los elementos de (in)seguridad de la Ciudad de México.
Cultura: el peor enemigo del gobierno
Es imperante para la humanidad no olvidar los atroces crímenes cometidos contra la cultura, el arte y la ciencia en nombre de regímenes totalitarios como el nazismo o los mal llamados comunismos venezolano, cubano y chino, caracterizados por la censura y el exterminio de material cultural.
Es natural: el pensamiento aterra a aquellos que ostentan el poder, por el simple hecho de que cuestionar llevará invariablemente a la conclusión de que vivimos en una sociedad lo que sigue de injusta, y que este problema se debe principalmente a dos factores que se conjugan en los regímenes totalitarios: la política corrupta y demagógica, y la obscena acumulación de riqueza por unos cuantos.
Durante la Revolución Cultural en China, miles de libros fueron destruidos y profesores universitarios fueron acusados de enseñar “conocimiento burgués”, a muchos de ellos costándoles la vida. En la Alemania nazi, el miedo del mediocre Hitler lo llevó no solo a cometer uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad, sino también a destruir, apresar, exiliar, orillar y asesinar a intelectuales, artistas y científicos.
En México tampoco es novedad: ya lo había puesto en práctica el purista, hipócrita y asesino Gustavo Díaz Ordaz, quien —según se decía por influencia de su hijo— detestaba a la banda The Doors, por lo que mandó prohibir los conciertos y criminalizar la música rock y a su audiencia. Díaz Ordaz asumía que la rebeldía de su hijo provenía de ahí. Es verdad que quizá esto fuera cierto, pero precisamente porque invita al cuestionamiento de absurdas reglas que parten de una moral añeja y que, tras un rato de pensamiento, desembocan en un cuestionamiento universal del estado “normal” de las cosas.
Claro que esto no es exclusivo del rock: así como la invitación al cuestionamiento aparece en este género, también puede hallarse en las explícitas letras del rap y el hip hop, que principalmente denuncian la violencia social y el abuso policial. Incluso el pop ha formado parte de hechos de denuncia que visibilizan problemáticas que el poder estatal y económico preferiría mantener bajo la alfombra. Lo mostró Michael Jackson con Black or White.
En el caso de México, desde hace años hablamos de la censura que cada gobierno criminal ha promovido contra el regional mexicano, empezando por el “carnicero de Michoacán”, Felipe Calderón, a quien le disgustó profundamente que Los Tigres del Norte evidenciaran que la violencia vivida en el país durante su sexenio era consecuencia de sus decisiones —estúpidas, sazonadas con corrupción y colusión con los cárteles de la droga—, sumadas a la ineptitud y los mismos nexos con el narco que gobiernos anteriores, como los de Fox, Zedillo y Salinas, heredaron a nuestra generación y a las futuras.
La censura al corrido “La Granja” fue el inicio de una lucha entre las expresiones artísticas que representan la violenta realidad del país y las élites políticas y económicas. A día de hoy, los gobiernos de la mal llamada “Cuarta Transformación” siguen heridos por los corridos, que simple y llanamente son una representación de la sociedad destrozada tras décadas de saqueo gubernamental.
Pero no es solo con la música: los museos también se han visto demeritados por estos mismos poderes represores, que buscan evitar que la gente disfrute de distintas expresiones artísticas o rememore la historia. Así lo evidenció la periodista Nora Villegas, quien en 2024 denunció en Cenzontle400.MX el fraude que cometía el Museo del Chocolate al autodenominarse como tal, pues la exposición no solo era pobre y la curaduría inexistente, sino que ni siquiera se trataba de una representación cultural o artística, sino únicamente de un intento por generar beneficio económico.
La prostitución artística también se presenta en grandes recintos diseñados para exaltar el absurdo y el mal gusto, como lo han sido innumerables exposiciones del Museo Jumex, que funcionan como monumentos al lavado de dinero, pues sus obras “artísticas” carecen de muchos elementos necesarios para llamarse arte. Esas exposiciones solo han servido para la compra y venta de piezas ridículas y rebuscadas a cifras exorbitantes que, evidentemente, facilitan el desvío de recursos o, cuando menos, la evasión de impuestos.
Lo ocurrido en el Foro Alicia evidencia un problema extremadamente preocupante: el gobierno de la Ciudad de México —y del país— o no tiene el control del Ejército y de la policía, o, si lo tiene, actúa en consecuencia al miedo que un evento musical de punk —uno de los géneros más políticos e incómodos para los gobiernos— les provoca. No hay otro motivo por el cual el cantante vasco Fermín Muguruza fue obscenamente interrumpido por las fuerzas represivas del Estado.
El miedo a la cultura evidencia el desgobierno y el deslinde de culpas tan común en la traidora clase política. Mientras tanto, mejor citar a la banda de ska-punk Los Rude Boys en su canción “Policias No”: “ya no soporto la obligación/ de obedecerle a un puto uniformado/ porque para nosotros es un tarado./ Lo único que quieren es el poder/ para a mi pueblo poder torcer…”