El Día Infinito

A veces camino en la cornisa,
Prisa lisa de labios delgaditos;
Cuerda floja, gris, de una sonrisa,
Precipicio de unos ojos infinitos.
A veces los silencios tan cobardes,
Son locura, amargura que provoca
A hurgar en el fuego de las tardes,
Naufragar en la fosa de una boca.
Solo equilibrista lleno de gusanos,
Canos años de meses descuajados,
Delgados anhelos de unas manos,
De unos besos, labios mutilados.
Hombre-basura, solo los escombros,
Sin asombros, ternura de tardanza,
Cansa las cenizas en los hombros
Que acaricia, besa su esperanza.
Comisura que late de arrebatos,
Garabatos, la letra que resbala;
Una flor, dos versos, tres retratos,
El amor, sin zapatos, una bala.
Un noviembre, mes tan infinito,
Viernes trece maldito de espesura,
Tinta china, un cuento muy cortito,
Aspirinas, el alcohol, la calentura.
Los trenes, las prisas, los boleros,
La letrina, vaivenes, la lectura,
Los zapatos agonía, dos agujeros,
Crucifican este viernes sin cordura.
Calendario tan rotario, tan altivo,
Presumido, tan infiel estravagario,
Las hojas de los días en un archivo,
Cautivo en las cuentas de un rosario.
A veces el camino se hace eterno:
Rodar de días, molar de dientes;
Buscar pabilo y cera en el infierno,
Refunfuñar, buscándome los lentes.
A veces, siempre en la mañana
El cuerpo ahogado de sus gritos:
¡Naufragio! ¡Fuego en la montaña!
En el fondo de unos ojos infinitos.
J. Jesús Lemus