
Por. J. Jesús Lemus / La Opinión de México
En la cúpula de la 4T hay miedo. Se huele la preocupación, la impotencia, la zozobra. Hasta que la violencia tocó a su puerta, la nueva clase gobernante siente lo que a diario millones de mexicanos: que todos estamos a expensa de los grupos criminales que, por omisión, incapacidad o complicidad, se dejaron crecer.
En ocasión del asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, la secretaria Particular y uno de los principales asesores de Clara Brugada, viene como anillo al dedo la reflexión de la periodista Nora Villegas, la que escribió:
“A ver si así, atentando contra ellos (la clase gobernante de la 4T), se dan cuenta de que están dando cifras felices, que el país está en manos del crimen organizado y que ni estamos bien, ni estamos felices”.
Una cosa es cierta, el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz tiene desencajado al cuadro gobernante de la Cuarta Transformación, no solo por la posibilidad del acercamiento, en el grado que los deseé, la mano ejecutora del crimen organizado, sino por el evidente reclamo de acuerdos no cumplidos.
Sobre el particular necesitamos ser serios. Ximena Guzmán y José Muñoz, no eran simples funcionarios operativos en función de las instrucciones de Clara Brugada. No. Es al revés. Ellos eran cogobernantes de la Ciudad de México. Ellos marcaban la agenda de la jefa de gobierno.
De las decisiones de Ximena Guzmán y de José Muñoz, entre otros que conforman el círculo rojo de Clara Brugada, dependían las acciones de gobierno, las relaciones oficiales y las discretas que se tejen al amparo de uno de los aparatos del Estado más oscuros en materia de rendición de cuentas como es el gobierno de la capital del país.
Por la magnitud del caso o la preocupación del gobierno federal, debería ser la Fiscalía General de la República la que atrajera el caso. Eso se decidirá en función del trazo de las primeras líneas de investigación, en donde invariablemente tendrá que surgir la hipótesis del crimen organizado reclamando acuerdos establecidos.
Esa hipótesis no se debe dejar de lado. Hay que recordar que José Muñoz, en su calidad de asesor, era el hombre de las confianzas de Clara Brugada para llevar las relaciones institucionales del gobierno de la Ciudad de México con los cuerpos de seguridad pública federal: Sedena, Marina, Guardia Nacional y Seguridad Publica.
En esa encomienda, José Muñoz fue de alguna forma responsable de la seguridad pública en la Ciudad de México. A través de Él la jefa de gobierno Clara Brugada acordaba operativos o solicitaba acciones de las fuerzas federales para mantener el orden público.
Producto de ese orden público a establecer, según las cifras de la Secretaría de Seguridad de Omar García Harfuch, se logró dar severos golpes al crimen organizado, concretamente a los Cárteles de las Drogas que operan en la capital del país.
En la Ciudad de México los Cárteles de las Drogas han encontrado un paraíso. Allí se han radicado desde hace varios años, desde la administración de Andrés Manuel López Obrador como Jefe de Gobierno de la CDMX, organizaciones criminales como el Cártel de Sinaloa, los Beltrán Leyva, la Familia Michoacana, el Cártel de Juárez y los Caballeros Templarios.
Mas recientemente establecieron sus fueros grupos delictivos como Los Viagra, Cártel Jalisco Nueva Generación, Cártel Santa Rosa de Lima, Los 300, La Unión de Tepito, la Anti-Unión, Los Rodolfos, Los Molina, Los Canchola/Malcriados 3AD, La Ronda 88 y el Cártel de Tláhuac.
Todas estas organizaciones tienen un factor en común: su misión es llevar drogas a donde el mercado capitalino las requiera. La droga de moda es el Fentanilo, aunque se mantiene la preponderancia en la comercialización de Mariguana, Cocaína y Metanfetaminas y Anfetaminas.
Las alcaldías que hoy se mencionan en el top ten nacional de los golpes dados al narcotráfico, que se colocan allí por la cantidad de drogas incautadas o células criminales dedicadas al trasiego de drogas que fueron desarticuladas, son Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Álvaro Obregón.
Esos golpes al narcotráfico derivan de acciones coordinadas entre el gobierno de la Ciudad de México y las fuerzas federales de seguridad, en donde Ximena Guzmán y José Muñoz, fueron piezas claves para el diseño de la estrategia de seguridad en la capital del país.
Solo así se entiende el golpe de realidad que vive la clase gobernante de la Cuarta Transformación. Están entendiendo que el narco no es un aliado confiable. Hay caído en la certeza de que el brazo sicario es más largo que el brazo de la ley, y lo peor -o mejor de todo- es que están entendiendo que la estrategia de Abrazo y no Balazo ya comenzó a cobrar factura a sus propios creadores.
En el gobierno, entre la elitista clase de la 4T, hay miedo. No se puede entender la realidad de otra al ver el rostro desencajado de la presidenta Claudia Sheinbaum al conocer y anunciar en prime time la noticia del asesinato de los dos cogobernantes de Clara Brugada, sin duda una presidenciable.
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