
Por. J. Jesús Lemus
El problema de la corrupción que padece México y su sistema político solo se entiende como uno de los tantos “Jinetes del Apocalipsis” que azotan a los mexicanos. Ese -el de la corrupción- es el principal problema del que derivan todos los conflictos que afronta el país.
No se puede entender la situación de violencia, narcotráfico, crecimiento de la pobreza extrema, la explotación irracional de recursos, la deficiente educación y las pésimas condiciones laborales para la mayoría de los mexicanos, si no se toma en cuenta que la raíz de todo, se encuentra en la corrupción.
Ante estos, no hay medidas que esté tomando la actual administración federal. Parece que a la presidenta con A no le interesa frenar el problema de la corrupción. No hay acciones reales. La presidenta anda por las ramas de la administración: trenes, turismo, agencia espacial, estufas de leña, lo que sea menos atender la corrupción.
A un año de haber ganado las elecciones, Claudia ni siquiera asoman el inicio de una acción seria para tratar de frenar el cáncer de la corrupción, que amenaza con sumirnos en una revuelta social de mayores proporciones.
Porque nadie puede negar que el grueso de la población está cansado de la corrupción en las esferas de gobierno, pero –como sociedad de doble moral que somos- muchos no se sustraen de esas prácticas, por mínimas que sean.
Tan criminal es la corrupción a gran escala –por sus montos económicos-, como la que a diario se practica entre los ciudadanos de a pie. Esa, no debe ser parte de una cultura que muchos mexicanos asumen como herencia.
Dicen, los corruptos que la corrupción es parte de nuestra identidad. Que es un signo que hemos arrastrado por años, y que, por lo tanto, la solución no debe fincarse en medidas jurídicas o legislativas que fustiguen la práctica, sino en la reculturización de la sociedad. Mentiras.
No es necesario que se cambien los modelos conceptuales de las masas, para poder avanzar en el combate a la corrupción. Urge que desde el gobierno central se instituyan comisiones, comités o secretarías de gobierno que tengan como naturaleza el combatir el fenómeno de la corrupción.
Las acciones del gobierno federal, que buscan reconstruir la confianza ciudadana a partir de un compromiso de los mandos de gobiernos, para transparentar el ejercicio público, hasta hoy han quedado quedando cortas.
Ninguna acción legislativa será aplicable para el combate a la corrupción, en tanto no haya una transformación de fondo en el pensamiento de la clase gobernante sobre el enriquecimiento rápido y fácil.
La solución al problema de la corrupción en México es algo que no se podrá ver en los próximos 50 años. Será hasta que el gobierno mexicano se decida a combatir de fondo ese problema. No se debe dejar todo a las nuevas generaciones de servidores públicos, sobre las que hoy se comience a trabajar en un nuevo esquema de valores personales y sociales.
Si no hay una transformación de fondo en los valores que se imparten en el seno del gobierno, más allá de los cánones educativos, del sistema escolar público, de poco puede servir que se transparenten los contratos de gobierno con empresas privadas, o que se intente mantener un sistema de acceso a la información del gobierno, ni que se intente sostener un sistema judicial sancionatorio, todo igualmente seguirá dañado por la corrupción, la que se fomenta a atraves del ejemplo presidencial.
Sin embargo, otras medidas que puede ayudar a paliar el problema de la corrupción, siempre de la mano con la trasformación de la cultura del enriquecimiento rápido y fácil, podrían ser la disminución de financiamiento a los partidos políticos, disminuir el aparato burocrático, fomentar y premiar las buenas prácticas de los servidores públicos, disminuir la presencia de órganos públicos autónomos, controlar el desempeño financiero de los gobiernos municipales y estatales, así como regular con mayor energía la actividad de las empresas privadas.
—oooOOOooo—