Con sangre pagan la defensa del agua en la Sierra Norte de Puebla
Aquí, en la sierra Norte de Puebla, la defensa del agua ha costado lágrimas. Las más recientes fueron derramadas tras la muerte del activista Adrián Tilihuitl, quien fue encontrado ejecutado la mañana del 31 de mayo del 2018, luego de haber estado desaparecido por más de 24 horas; su cuerpo se halló en el fondo de un barranco con un impacto de bala en la cabeza, en las inmediaciones del municipio de Zacapoaxtla, de donde la víctima era originaria

Por. J. Jesús Lemus
En la localidad de Chignautla, que en lengua náhuatl significa “Nueve Aguas”, ubicada en la zona norte del estado de Puebla, se cuenta una bella leyenda que plasma con claridad la visión cosmogónica que tienen los pueblos naturales de esta región sobre el agua, la que está ligada al sufrimiento, la tenacidad y a la esencia del alma.
Cuentan los más viejos de Chignautla que durante los enfrentamientos de los imperios Azteca y Totonaca, el grito invasor de los Totonacas rompió el corazón de tres bellas princesas que vieron partir hacia la guerra a sus prometidos; Ixcaxochitl, era la tímida y dulce prometida de Exaltocan; Quilaxtli, altiva y amorosa era la novia de Maxtla, y Yaoxihuatl, la indomable y brava guerrera estaba comprometida con Talyatzin.
Las tres princesas hijas de señor Tepatin, subieron hasta la montaña, no solo para despedirse y ver partir hacia el combate a sus amados, sino para juramentar en ese sitio sagrado una promesa de amor con la que ataron sus corazones y se prometieron fidelidad para siempre; las tres doncellas, de frente a sus amantes, colocaron su mano derecha en el corazón de su hombre, y dijeron: “aquí te esperaré, seré tu esposa cuando termine la guerra”. Luego Exaltocan, Maxtla y Talyatzin partieron a su destino.
Cuentan que los días pasaron lentos. En la montaña, Ixcaxochitl, Quilaxtli y Yaoxihuatl, no hicieron más que aguadar. Trazaban con los pies surcos en la tierra, para tener algo que hacer y no desesperar en la espera. A veces alzaban sus brazos para evocar a Huitzilopochtli, el Dios del Sol y la Guerra, al que le clamaron que fuera clemente con sus amados en batalla.
Un día vieron subir hasta la montaña a su padre Tepatin, que sudoroso y cansado, con la autoridad de Huey Tlatoani (Gran Señor), les ordenó regresar a su casa:
-¡Insensatas! ¡Bajen de la montaña! -les gritó-. Por su ausencia se apagó el fuego. Todo está mudo. Nadie se ocupa de hilar. Los Telares están muertos. Exaltocan, Maxtla y Talyatzin, encontraron la gloria en la muerte.
Las tres princesas quedaron inmóviles con la noticia. El padre siguió hablando:
-No sufran. Otros guerreros las desposarán; cubrirán sus manos con brazaletes y sus cuellos los adornarán con piedra verdes y azules de jade y de turquesa.
La tímida Ixcaxochitl encontró el valor en el recuerdo de Exaltocan, y respondió a su padre:
-Yo bajaré, Señor, y encenderé el fuego de tu casa, pero será hasta que regrese desposada con mi amado. Yo juré esperarlo y aquí lo esperaré.
-Yo –secundó la altiva Quilaxtli- volveré a tu casa y cantaré, para matar el silencio que te preocupa, pero será hasta que regrese como esposa de Maxtla, al que juré aguadar su retorno y aquí lo esperaré.
-Y yo –terció la brava Yaoxihuatl- hilaré y tejeré en el telar hasta que regrese Talyatzin, a quien nadie ni nada me arrancará del corazón, ni los collares y brazaletes que ofrecen tus guerreros.
Así, ni ruegos ni amenazas de Tepatin pudieron doblegar la voluntad de sus hijas, que fieles a su juramento decidieron permanecer en la montaña, en una inútil espera, hasta que Mictlantecuhtli, el Señor de Lugar de los Muertos, llegó por ellas y las hizo dormir en un profundo sueño, convirtiéndolas en piedra de donde aun así comenzaron a brotar las lágrimas en un copiosos llantos de amor, las que corrieron a través de los nueve surcos que trazaron con los pies, convirtiendo los nueve manantiales que hoy dan vida a toda la zona norte del estado de Puebla.
La fantasiosa leyenda que aquí, en Chignautla, se trasmite de generación en generación, tiene mucho de cierto, y no es tanto por el origen místico de los nueve manantiales que aportan el agua para el sostenimiento económico y social de la región, sino por su analogía con las lágrimas y su relación con el dolor humano, a partir de un convencimiento y compromiso personal, como el que han asumido lo defensores del agua en esta zona.
El costo de la defensa del agua
Aquí, en la sierra Norte de Puebla, la defensa del agua ha costado lágrimas. Las más recientes fueron derramadas tras la muerte del activista Adrián Tilihuitl, quien fue encontrado ejecutado la mañana del 31 de mayo del 2018, luego de haber estado desaparecido por más de 24 horas; su cuerpo se halló en el fondo de un barranco con un impacto de bala en la cabeza, en las inmediaciones del municipio de Zacapoaxtla, de donde la víctima era originaria.
Adrián Tilihuitl era parte del movimiento indígena de la comunidad de San Juan Tahití que se opone a que la empresa Hidroeléctrica Gaya S.A. de C.V. se apropie del 713 mil 940 metros cúbicos de agua al año[1] mediante la operación de una central hidroeléctrica en las orillas del río Apulco, en el extremo norte del municipio de Zacapoaxtla, Puebla, proyecto con el que la población de la zona se verá limitada en el uso del agua del rio para sus actividades económicas y domésticas.
La operación de la planta hidroeléctrica a la que se opuso Adrián Tilihuitl, cuenta con una concesión de uso del agua por 50 años, y aun cuando la propia empresa reconoce que “el agua del río Apulco, es clasificada para uso doméstico”, en su Manifestación de Impacto Ambiental, ni siquiera maquilla su intención de darle un uso industrial a esa agua, de la que dice “se utilizará para mover el rotor de las turbinas que al estar conectado con un generador producirá energía eléctrica”.
La oposición del activista asesinado al proyecto de la Hidroeléctrica Gaya, no solo se fincó en el arrebato del agua, sino que también se opuso al despojo de la tierra, pues la empresa pretende una extensión de más de 31 mil metros cuadrados para la construcción de las instalaciones operativas de la planta de generación de energía eléctrica, la que será vendida en su totalidad a la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
“La empresa Gaya no ha actuado de forma ética en su proyecto hidroeléctrico del río Apulco”, dijo el propio Adrián Tilihuitl en una de las últimas reuniones que mantuvo con los integrantes del movimiento indígena de San Juan Tahití, en donde él mismo denunció algunos casos sobre la forma en que –mediante amenazas de muerte- se estaba arrebatando la tierra a los comuneros; en repetidas ocasiones Tilihuitl refirió que él mismo estaba recibiendo amenazas por su labor de defensa del agua y de la tierra.
En esta región, cabe señalar, no es desconocida la simbiosis que se ha dado entre células del crimen organizado y algunas empresas trasnacionales con megaproyectos extractivos e hidroeléctricos en marcha, en donde los grupos criminales actúan disuadiendo las protestas de las organizaciones de los pueblos que se oponen a esas obras; el principal actor criminal es el conocido como Cartel del Totonacapan, que cada vez más se aleja del trasiego de drogas para financiarse a través de sus “servicios” de protección a las inversiones de los grandes capitales.
Demeritan Uso del Suelo
No solo a nivel particular la empresa Hidroeléctrica Gaya S.A. de C.V. intenta minimizar la importancia que reviste para los habitantes de la zona la posesión de su suelo. Ante el propio gobierno federal, en la justificación de su proyecto sobre el río Apulco, esta trasnacional ha demeritado la calidad del suelo en donde pretende la construcción de su planta de generación de electricidad.
Según la Hidroeléctrica Gaya S.A. de C.V., “el sitio del proyecto se ubica en una zona rural, cuya accidentada topografía contribuye al aislamiento y marginación del sitio”, y reconoce que “el Proyecto ocupará terrenos de propiedad privada, cuyos propietarios los utilizan parcialmente para la agricultura de temporal y en menor escala para potreros de ganado vacuno y bovino”, pero sostiene contra toda verdad que “la mayor parte de los terrenos no tiene uso evidente y está cubierto con vegetación natural de Bosque Mesófilo”.[2]
La versión de la empresa en el demerito del suelo y su escaso uso para beneficio económico en la zona de Zacapoaxtla, se estrella contra la realidad, pues esta localidad es la segunda productora de papa a nivel estatal con una superficie sembrada de Mil 340 hectáreas fértiles, a lo que se debe agregar que en promedio también se siembran 52 mil 768 con cultivos de maíz, Mil 300 hectáreas de haba, 15 de chícharo, 30 de higo y 155 de frijol.
Pero aun cuando se estima que en Zacapoaxtla “los productores poseen en promedio 5 hectáreas en modalidad de temporal, (y) por lo regular producen granos, oleaginosas y frutales. (Que) son productos que no son rentables, pues apenas logran recuperar parte de los costos variables de producción”,[3] el sentido de propiedad de suelo que tiene históricamente esta comunidad es lo que hace que se mantenga resistente a la posibilidad del despojo.
“No es solo por el hecho de la agricultura que el suelo y el agua representan un bien que trasciende lo material en la visión de los pueblos asentados en la zona norte del estado de Puebla; la cosmovisión ancestral hace que esos recursos se conviertan en un vínculo espiritual y de conexión con la naturaleza, porque consideran que solo a través del agua y el suelo se da la posibilidad de transformación de la propia naturaleza, en la que fincan su propia razón de existir”, explica el antropólogo social y periodista, Francisco Sarabia Ramos.
Por eso –considera Sarabia Ramos- al igual que en muchas otras regiones indígenas del país, el arraigo de los pueblos indígenas de la zona norte de Puebla a la tierra y el agua, no se puede concebir como un simple deseo de posesión material, sino que va más allá: es la propia necesidad de las comunidades de mantenerse en comunión con la naturaleza, para de esa forma mantener vigente su presencia en ella misma.
Transgresión a la Dignidad Indígena
Por eso el asesinato de Tilihuitl dolió tanto en la comunidad de Zacapoaxtla y no se limitó a ser considerado como el homicidio más de un activista y defensor del medio ambiente, sino que fue calificado como “una agresión al pensamiento y a la dignidad indígena”, según la manifestación que en torno a este asesinato se hizo durante el II Foro Regional de la Defensa y el Agua, celebrado en el municipio de Texontepec de Aldama, Hidalgo, el día 9 de septiembre del 2018.
Solo para redondear, hay que referir que Adrián Tilihuitl no solo era creyente en la manifestación social como herramienta de disuasión de los megaproyectos abrasivos que se extienden en todo el norte del estado de Puebla, también creyó en el sistema de justicia y por ello fue un firme promotor de acciones para frenar, mediante el amparo de la justicia federal, la totalidad de los proyectos extractivos que aun amenazan con apropiarse del suelo y del agua de las comunidades indígenas de esa zona.
Desde el 2013, Tilihuitl promovió también la defensa de los recursos por la vía jurídica; fue uno de los promotores de los amparos que en tres ocasiones fueron rechazados por sendos juzgados federales contra los proyectos mineros de Atexcaco I y Atexcaco II, que en los municipios de Tlatlauquitepec y Teziutlán promueve la Compañía Minera Autlán S.A. de C.V., y de Acateno, que también en Teziutlán patrocina la Compañía Recuperadora de Escorias S.A. de C.V.
De igual forma gestionó acciones legales contra los proyectos Acateno II del Grupo Ferrominero S.A de C.V., en el municipio de Hueyapan; Capulines I en el municipio de Teziutlán, Tres Cabezas en Zaragoza, del mismo grupo minero; Proyecto Merino en la localidad de Zautla, de la empresa Exploraciones Mineras Perreña S.A. de C.V., Barranca en Ixtacamaxtitlán, de la misma Perreña, Cerro Grande II en Zautla, propiedad de Minera Gorrión S.A. de C.V., Nacayolo en Ixtacamaxtitlán, también de Mineras Perreña; Cerro Grande III, de Minera Gorrión en Ixtacamaxtitlán, y Cerro Grande I, de la misma minera en ese mismo municipio.
La mayoría de los amparos promovidos por las organizaciones sociales con las que colaboraba Adrián Tilihuitl, no prosperaron; lo que lo llevó a considerar “la corrupción” que se da dentro del sistema judicial mexicano, según lo expresó en una entrevista que mantuvo con el que esto escribe en abril del 2015, cuando refirió la “imposibilidad de acceso de los sistemas de justicia por parte de las comunidades indígenas”, pues consideraba que los jueces y magistrados estaban siempre del lado de los grandes capitales.
Refirió en aquella ocasión, que “siempre existe impedimentos menores que dan salida a los jueces y magistrados para negar los acamparos solicitados contra los proyectos extractivos”, señalando que en alguna ocasión “un amparo fue negado solo por el hecho de que un edicto no fue publicado en el periódico Excélsior”, donde ordenó el juez que se publicara, y ello no fue posible porque el costo de la publicación superaba la posibilidad económica de cualquier organización ambiental indígena; finalmente no pudieron pagar los 150 mil pesos que cobraba el medio, y el amparo se desechó.
Pero aun después de muerto, Adrián Tilihuitl sigue ganando batallas legales; ya no pudo ver la resolución del amparo, del que también fue promotor, que fue otorgado apenas el pasado 26 de septiembre del 2018, donde y cuando el juzgado V de Distrito en Materia de Amparo Civil, Administrativa y de Trabajo y de Juicios Federales en el Estado de Puebla dio la razón a la comunidad del Pueblo Nahua sobre la protección de la justicia a las comunidades de esa región para suspender las concesiones mineras de los proyectos Atexcaco I y Atexcaco II.
El resolutivo federal, que se emitió después de 42 meses de espera, obliga al gobierno federal a cancelar las concesiones mineras otorgadas a la Compañía Minera Autlán S.A. de C.V., por considerar que violentan el derecho que tiene el Pueblo Nahua -en los municipios de Tlatlauquitepec y Teziutlán- a la libre determinación y control de su territorio, con lo que por primera vez en la historia del país se sienta el precedente de la cancelación de un permiso extractivo otorgado por la federación sin consulta a la comunidad, que es la forma en que se han dado las 25 mil 987 concesiones mineras vigentes en el país a la fecha.
El histórico amparo, considerado ya una un aliciente a la lucha de los pueblos por el rescate de sus recursos naturales, y que sin duda marca un precedente en el país al establecer la prioridad de las comunidades sobre el uso y conservación del territorio para su armonía y desarrollo antes que entregarlo a las producción económica, fue promovido por el Consejo Maseual Altepetajpianij y asesorado por Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C.

[1] Semarnat, Manifestación de Impacto Ambiental Proyecto Hidroeléctrica Gaya, México, febrero de 2016.
[2] Semarnat, Manifestación de Impacto Ambiental Proyecto Hidroeléctrica Gaya, México, febrero de 2016.
[3] Arvizu Barrón Ezequiel, Mayett Moreno Yesica, Martínez Flores José Luis, Olivares Benítez Elías, “Mercados Rurales Agrícolas de Huixcolotla y Zacapoaxtla, Puebla: Potencial para el Desarrollo Económico Regional”, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Revista Global de Negocios, Vol. 3, No. 2, PP. 71-82, 2015.