Rituales de acicalamiento colectivo en el corazón del Centro Histórico de la CDMX
Los chilangos ya se la saben que en la misma calle donde pueden comprar un taladro, una olla o un sartén, los bienaventurados estilistas pueden arreglarles el cabello, la ceja, las uñas, el bigote… pulir esa belleza escondida, y regresar a casa tirando rostro, no mentadas de madre por el estrés que causan las aglomeraciones y los arrimones en el Metro o microbús
Casi ya llegando al Mercado La Merced, hombres y mujeres hacen de las calles Venustiano Carranza y Alhóndiga el spa más grande del país al aire libre, compartiendo un momento tan íntimo como lo es el arreglo personal con desconocidos, quienes también apuestan por las últimas tendencias de la moda urbana.
En lo que fue la Acequia Real, un cuerpo de agua que conectaba con el Canal de la Viga donde los señores gobernantes llegaban en trajineras a la Gran México Tenochtitlán antes de la Conquista española y que todavía hasta principios del siglo XX ahí mismo descargaban las mercancías provenientes de Xochimilco y Milpa Alta a la ciudad, hoy en día, esteticistas le ofrecen realizarle en menos de una hora los más vanguardistas tratamientos faciales, corporales y capilares a bajo costo.
A las invitaciones de “le depilo su ceja, bigote, axila, piernas, bikini; pásele, aquí exfoliamos, ponemos mascarillas de colágeno, hacemos faciales; extensiones de pestaña y pelo en treinta minutos; le hacemos sus uñas a mano alzada; cortamos el cabello, vea el catálogo” no se resisten los transeúntes.
Los caminantes se conceden relajarse entre extraños, cerrar los ojos, darse un respiro en el mero paso de diableros, claxonazos y gritos, tijeretazos, olor a peróxido, cera caliente y penetrante acrílico de uñas, al ponerse en las manos de esteticistas, pues conocen la importancia de presentar la mejor versión exterior de sí mismos.