En Japón fundan residencia geriátrica para convivir con perros y gatos
El envejecimiento demográfico afecta tanto a las personas como a las mascotas y comienzan a verse los estragos de la primera generación que adoptó a los animales como integrantes de su familia.
Una residencia geriátrica en Japón ha abordado de forma pionera posibilitar una convivencia entre residentes y animales de compañía como perros y gatos en la que los unos cuiden de los otros: el centro Sakura no Sato Yamashina de la ciudad de Yokosuka (prefectura de Kanagawa).
La residencia Sakura no Sato Yamashina, construida en 2012, es un edificio de cuatro plantas con capacidad para 100 residentes en habitaciones totalmente privadas. Se estructura en unidades (casas) de 10 habitaciones y sólo está permitido convivir con perros y gatos en las cuatro unidades de la primera planta (la segunda, en Japón). Los animales entran y salen de las habitaciones de los residentes a su antojo.
Los residentes de estas unidades que admiten animales deben tener ya mascotas propias con las que desean seguir conviviendo o bien haberlas tenido en el pasado y querer volver a vivir en un entorno con los animales. La residencia adopta perros y gatos para este segundo grupo de personas.
El bienestar social de los animales de compañía, un concepto del que todavía no se habla demasiado, gira en torno a proteger la vida de perros y gatos que conviven con personas, así como el estilo de vida en conjunto. El director de la residencia, Wakayama Michihiko, de 59 años, declaró al sitio Nippon que es una nueva rama que sobrepasa el marco de otros conceptos de bienestar ya existentes como el de las personas mayores o las personas con discapacidad.
Un accidente cambió su destino
Wakayama era profesor de ciencias en un instituto de bachillerato cuando sus padres, un oficinista y una ama de casa, decidieron fundar la residencia geriátrica.
“Cuando mis padres me pidieron que los ayudara, yo estaba en mi octavo año como profesor y era la época en que me sentía más motivado. El primer sábado de septiembre, una alumna alegre y activa que soñaba con ser científica sufrió un accidente yendo al instituto en bicicleta para asistir a la clase de refuerzo de las 7:30 de la mañana. Al enterarme, fui corriendo al hospital, pero cuando llegué ya era tarde: había fallecido.”
Wakayama Michihiko, director de la residencia Sakura no Sato Yamashina
Después de aquello, Wakayama decidió quemar sus últimos cartuchos como profesor durante el medio curso que le quedaba y cambiar de actividad. En 1999 fundó junto con sus padres la entidad Kokoro no Kai y al año siguiente inauguró un servicio de día para personas mayores y un centro de apoyo a la ocupación de personas con discapacidad intelectual.
Servicios sociales que perseveran, el lema
Wakayama sentía la necesidad de actuar para que el gastado lema de los “servicios sociales que perseveran” se convirtiera en una realidad.
Justo en aquella época, se enteró del caso de un hombre que vivía solo y se había visto obligado a dejar a su perro en un refugio de acogida para ingresar en una residencia geriátrica. El anciano falleció en seis meses.
“Aunque seguro que la vida le ofrecía muchas cosas positivas, murió culpándose a sí. Hizo que me cuestionara un sistema de bienestar social para la tercera edad que obligaba a un anciano a terminar su vida de aquella manera”, recuerda Wakayama.
El suceso le inspiró la idea de convertir la residencia geriátrica que montaba en un centro que permitiera la convivencia con los animales de compañía.
En aquella época, el Ayuntamiento de Yokosuka no hallaba respuesta para un caso concreto de asistencia social de un residente mayor. El señor tenía un perro y vivía de la ayuda pública a la subsistencia. Sufría una demencia cada vez más grave y estaba al borde de la ruina, pero se negaba obstinadamente a trasladarse a un centro sin su compañero de cuatro patas.
Wakayama los admitió a ambos en el Sakura no Sato Yamashina, que justo acababa de inaugurarse. El perro falleció antes y el dueño lo hizo medio año más tarde.
El perro enfermero
Bunpuku, un shiba mestizo que debe de rondar los 15 años, es la estrella de la residencia. Tiene una habilidad especial, posiblemente debida a su sentido del olfato perruno: dos o tres días antes de que fallezca un residente, se tumba apoyado en la puerta de su habitación y, cuando se acerca el fin, se sube a la cama y le lame la cara con cariño.
Wakayama asegura que ese comportamiento refleja claramente su voluntad de cuidar de los enfermos.
En 2019 Wakayama publicó Mitori inu – Bunpuku no kiseki (Un perro enfermero: el milagro de Bunpuku), un libro que tuvo mucha repercusión mediática a raíz del cual la heroica labor de Bunpuku se dio a conocer en programas televisivos de cadenas como la NHK, revistas y otras publicaciones.
Bunpuku iba a ser sacrificado en un refugio cuando lo rescató Chibawan, una asociación protectora de animales de la prefectura de Chiba. Se cree que probablemente la experiencia de haber sido abandonado y haberse visto al borde de la muerte sea el origen de su conducta cuidadora con las personas.
En los últimos tiempos, sin embargo, posiblemente porque está perdiendo el olfato debido a su edad, parece que su carrera de enfermero ha tocado a su fin de forma natural.
El disfrute de convivir con animales en la vejez
Aquellos que desean vivir con animales hasta el fin de su vida seguramente querrían que existieran más residencias geriátricas como Sakura no Sato Yamashina. No obstante, en los 12 años transcurridos desde que esta se inauguró casi no han surgido iniciativas para fundar nuevos centros de este tipo, a pesar de que Wakayama recibe frecuentes visitas de profesionales del sector.
Cada vez hay más centros privados de pago que admiten mascotas, pero la convivencia se limita a la de cada persona con su propio perro o gato; no hay “mascotas de todos”. Cuando muere el dueño, los allegados deben hacerse cargo del animal de compañía. En Sakura no Sato Yamashina, en cambio, se lo quedan y lo cuidan hasta el final de sus días.
Es cierto que, al pensar en la convivencia con perros y gatos en el lugar de residencia, es inevitable identificar ciertos problemas potenciales: ladridos, mordeduras, malos olores y temas de higiene, heces y orina, alimentación, paseos y revisiones veterinarias periódicas. Gestionar un centro que admite animales presenta un alto nivel de dificultad que abarca el financiamiento (como los gastos de alimento y atención sanitaria), el personal cuidador y las licencias gubernamentales.
Con todo, una vez se pone en marcha uno de estos centros, queda patente que la higiene de los animales se puede gestionar como la de las personas y que se crea un entorno donde las risas no cesan, porque el personal, que es amante de gatos y perros, se siente motivado y disfruta del trabajo.
Al final, convivir con mascotas, con los pequeños cambios y estímulos diarios que supone, alegra la vida. Wakayama asegura que, en algunos casos, las ganas de relacionarse con animales y cuidarlos ayuda a mejorar las capacidades cognitivas y fomenta la movilidad de las articulaciones de los residentes.
“La muerte no es nada especial, solo es la última actividad de la vida. Es algo natural que nos llega a todos”, considera Wakayama.
El texto original fue publicado por Nippon y lo puedes revisar aquí.