No estoy desarraigado; ¡sé lo que está pasando en Tlaxcala porque soy tlaxcalteca!

No estoy desarraigado del periodismo, sigo escribiendo desde aquí, sigo estando informado de lo que sucede en mi estado y en México, y en consecuencia sigo realizando mi labor periodística para así cumplir ese derecho que tiene la ciudadanía de estar informada y seguir ejerciendo mi libertad de expresión. Me duele saber que defensores de derechos humanos y periodistas siguen siendo asesinados y que la impunidad continúa y seguirá en México.

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Por Alberto Amaro

Es difícil escribir lejos de mi estado natal, donde nací y crecí. Recordar las calles de mi Apizaco y mi Atexcatzingo me llenan de nostalgia, pero esta oportunidad de vida temporal me ha colmado de paz y me ha llevado a encontrarme conmigo mismo.

Salir de Tlaxcala no fue fácil. Dejar a mis seres queridos es lo más doloroso, aunque ahora la tecnología nos acerca. Qué decir de la comida: esos tacos de canasta afuera de la fiscalía, las quesadillas de huitlacoche, los tacos al pastor de “Los Tarascos”, uff, las carnitas de la colonia Morelos y ese pulquito con Don Memo en Nanacamilpa, algo que a la distancia valoras y extrañas.

En estos meses he conocido a gente maravillosa que, sin conocerme ni pedir nada a cambio, está conmigo para ayudarme y buscar mi bien y el de mi familia. Esa gente que ahora, en este mundo tan lastimado, hace falta cada día más. Encontrarme en un ambiente de paz y tranquilidad me ha llevado a atenderme cuestiones médicas y a darme la oportunidad de tomarme un café, de caminar bajo la lluvia y de recorrer las calles por la noche sin el temor a ser lastimado.

No estoy desarraigado del periodismo, sigo escribiendo desde aquí, sigo estando informado de lo que sucede en mi estado y en México, y en consecuencia sigo realizando mi labor periodística para así cumplir ese derecho que tiene la ciudadanía de estar informada y seguir ejerciendo mi libertad de expresión. Me duele saber que defensores de derechos humanos y periodistas siguen siendo asesinados y que la impunidad continúa y seguirá en México.

En mi labor periodística, que inició hace poco más de seis años, debo admitir que me ha dado muchas satisfacciones, pero también mucho miedo derivado de las amenazas que he sufrido desde el 2019, esto por el simple hecho de no querer callarme. Derivado de ello, sufrí desde disparos e intentos de allanamientos a mi domicilio, en todos ellos estando presente mi familia.

La búsqueda de un grupo delictivo que me pidió dejar de publicar, el miedo de saber que tenían datos personales, esto por el simple hecho de haber publicado notas periodísticas que afectaban sus intereses.

Entre las agresiones que he sufrido han sido incluso por policias, un hecho doloroso porque muchas de ellas se derivaron durante coberturas, y muchas veces fui criticado por mis propios compañeros. ¿Por qué callarme, si quienes deben protegernos son quienes nos agredieron? Si hacen algo fuera de la ley lo debemos de publicar, pero si tambien sus derechos labores son violentados, de igual manera se debe de publicar., y así lo hice y seguiré haciendo.

Solo pocos buscaron ayudarme, pocos me llamaron para saber cómo me encontraba después de una agresión o, como dirían muchos compañeros, una “supuesta agresión”. Ver cómo se hablaba de la implementación de mis medidas de protección, según ellos, de manera errónea, hecho que es doloroso porque no solo afectan al periodista, afectan al círculo más cercano del comunicador. Por tal razón, admito que fueron hirientes esos comentarios, porque ahora cambiaría estar en sus zapatos y cerca de mis seres queridos.

Hace unos meses supe de la entrega de un premio que me fue otorgado por mi labor periodística. No supe de ese premio sino hasta ocho días después de haberse entregado. Agradezco haberme considerado, aunque quisiera aclarar que es importante dar a conocer que una agresión a un periodista no se debe de politizar ni mucho menos publicar o difundir cuando no se ha preguntado, mínimo si estas bien o si paso algo mas grave.

Es de suma importancia señalar que las amenazas y agresiones hacia mi persona se encuentran en manos de las autoridades encargadas de procurar justicia y confío se aplique la ley, debido a que la falta de justicia no solo perpetua el dolor del periodista (cuando está vivo), sino también en el de su familia cuando es asesinado, pues la impunidad envía un mensaje de permisividad a los agresores e incentiva a nuevos ataques. Es por esta razón que pongo mi fe en que serán investigados y resueltos conforme a derecho.

Mi historia con el Mecanismo de Protección Federal para los Defensores de Derechos Humanos y Periodistas de la SEGOB no ha sido fácil, siempre hubo problemas al grado que me asignaron seguridad por parte de policías estatales, corporación de la cual soy crítico, esto en el sexenio de Marco Antonio Mena. Saber que los elementos habían recibido la instrucción de sus mandos de tomarme fotografías a mí y a mi familia, información otorgada por uno de los propios policías asignados al cuidado de mi persona.

También esa instrucción fue dada por Alfredo Álvarez Valenzuela, incluso asignó a elementos de la policía del área de investigación de la SSC a seguirme, dato que me fue otorgado por uno de los policías asignados a este acoso. Me informó de los lugares a los que acudía con frecuencia, hecho que fue informado al Mecanismo de Protección para Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, así como a las organizaciones que me acompañan.

Como este hecho se suscitaron varias anomalías en el mecanismo del cual nunca mencioné en alguna nota periodística por miedo y temor a represalias, y solo me aboqué a informarle al mecanismo que siempre me ignoró, y claro, siempre informando a Artículo 19, el Comité de Proteccion a Periodistas (CPJ) y Amnistía Internacional.

Todas las agresiones se fueron documentando, tener un cajón únicamente para todos los documentos y denuncias presentadas por mi labor periodística no es fácil. Vivir con miedo y llegar a pensar en algún momento que algo me llegaría a pasar me quitaba el sueño y ese deseo de seguir escribiendo, pensar que unos niños se quedarían sin su padre, una mujer sin su esposo y una madre con un gran dolor por haber perdido a otro de sus hijos, me entristece pensarlo y me ha llevado a noches eternas sin dormir.

Cómo olvidar cuando funcionarios federales de la administración de Andrés Manuel López Obrador me ofrecieron realizar un acto de corrupción sobre una medida de protección que me había sido asignada. No lo podía creer,pero me di cuenta de que en ese entonces en la dependencia encargada de proteger a defensores de derechos humanos y periodistas operaba la corrupción y los malos manejos del dinero de los mexicanos, situación que pondría en mayor riesgo a los beneficiarios. ¿Dónde quedaban los principios de la 4T, el no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México?

En estos días he recibido varias llamadas en donde me dicen que por culpa del Gobierno de Tlaxcala y específicamente de Lorena Cuéllar Cisneros, yo tuve que huir del estado, y que estoy refugiado en un país fuera de México y que todo esto había sido producto de la violencia ejercida por el Gobierno de Tlaxcala hacia mi persona.

Es importante señalar que jamás he declarado que el Gobierno del Estado de Tlaxcala y que la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros hayan ejercido algún tipo de amenaza o intimidación directa o indirectamente hacia mi persona, pues como he dado a conocer en diferentes entrevistas en medios nacionales e internacionales, mis agresiones, la mayoría de ellas, han sido realizadas por parte de policías, presidentes municipales y de un grupo delictivo.

Pero jamás de la gobernadora del estado. Quiero comentar que únicamente dos veces en mi vida he podido platicar con Lorena Cuéllar Cisneros, una de ellas en una entrevista que le realice en el mes de diciembre de 2022, y otra, una mañana del lunes 26 de septiembre de 2022, días después de la muerte de mi hermano, ella me llamó a mi teléfono para darme el pésame, me dijo que estaba conmigo e incluso me regaló una vivencia personal, que agradezco y guardo en mi corazón. Sé que malos funcionarios y exfuncionarios estatales intentaron manejar una mala imagen de mi persona, pero el tiempo lo juzgó y los sigue juzgando. De corazón y con esta fe que me caracteriza, no les deseo el mal a esos malos funcionarios, sino lo contrario, pido a nuestro poder superior los bendiga.

Quiero agradecer a mis amigos, a mis fuentes y a todos los lectores que creyeron en nosotros, que nos han buscado para realizar alguna denuncia pública, a darnos esa información de la que se alimenta un periodista, agradecerles de corazón y decirles que mi única obligación es publicar su información y cuidar su anonimato.

Agradecer a los abogados Héctor Gastón Altamirano Zainos, Sandra Odeth Pizano Jiménez, René Cosme Ramos Limón y Xóchitl Beatriz de la O Yerena, por demostrar su compromiso con la justicia y la defensa de los derechos humanos, gracias de corazón, por ser pilares fundamentales en mi búsqueda de justicia.

Gracias a Artículo 19 y CPJ, por el gran apoyo desde el inicio de esta larga lucha de agresiones, gracias Pedro, Albert, Rubén y Leopoldo, porque con su trabajo y apoyo he tenido un escudo protector que me ha permitido continuar con mi labor periodística, mil gracias.

Por último, a Amnistía Internacional, por ser un faro de esperanza y justicia en un mundo plagado de injusticia, gracias Edith, Norma, Cristopher, Alejandro, David, Esteban, Nacho, Cristina, Diana, mil gracias, porque su gran labor se convierte en la voz de los silencios y la esperanza de los oprimidos.

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