La Hoz // Morena, siempre con los pobres ricos

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El Movimiento Regeneración Nacional, fundado por Andrés Manuel López Obrador y respaldado por millones de votos, no fue más que una manipulación: una ficción que ya todos conocemos y que, en la práctica, ha servido únicamente como una nueva forma de priismo color guinda. Lo demuestra diariamente con la traición explícita a las causas que juró defender.

Apenas hace unos días, la presidenta Claudia Sheinbaum —heredera del nuevo régimen morenista— expresó con harto orgullo que la cervecera europea Heineken instalará una planta en el país. Como si no hubiéramos atravesado uno de los años más terribles de sequía, que orilló al norte del país a bombardear las nubes con la esperanza de que decidieran entregarnos de vuelta el vital líquido que solo hemos sabido transformar en billetes y monedas inservibles en la realidad.

A la presidenta le preocupa tanto la instalación de esta pobre cervecera —víctima de las regulaciones ambientales de los crueles países europeos— que invitó a Oriol Bonaclocha, “CEO” de Heineken en México, a la mañanera “del pueblo” —aunque el pueblo no asista— para exponer los supuestos beneficios que esta planta traerá al municipio de Kanasín, Yucatán. Ojalá, en su calidad de doctora en ingeniería ambiental, le sugiriera a su amigo Oriol señalar cuál será el precio en agua, que le aseguro no solo será millonario, sino milmillonario.

Oriol Bonaclocha, CEO de Heineken en México

¿Cuántas vidas costará la dichosa planta? Por ahora, se ha vendido la vida en forma líquida por la miserable cantidad de 2 mil 750 millones de dólares. Quizá yo sea ambicioso al pensar que eso no vale ni la mitad del daño que esa cervecera hará a Yucatán, sobre todo a las comunidades aledañas a donde se pretende construir esta empresa extractiva, pero también a la fauna y flora de la cercanía, quienes, a día de hoy y sin saberlo, ya se encuentran condenados con el sello de aprobación de Claudia.

Altagracia, princesa del Fobaproa

Pero el corazón de la presidenta Sheinbaum es enorme, por lo que no puede empatizar únicamente con un pobre rico, cuando existen decenas de ellos necesitados de protección gubernamental y respaldo. Tal es el caso de Altagracia Gómez, la princesa de la harina de maíz —la peor de México, por cierto—, hija del fundador de Minsa: Raymundo Gómez.

No es la primera vez que la real familia de los Gómez solicita el auxilio del gobierno. Pobres, tuvieron una mala racha, por lo que, con el apoyo de su amigo Carlos Salinas de Gortari y de todos los mexicanos —incluyendo a sus hijos y nietos, estimado lector—, lograron apropiarse (por no decir robar) de un pequeñito negocio que eventualmente se convertiría en una de las dos empresas monopólicas que acaparan el comercio del maíz: Minsa.

La mala racha de la familia Gómez viene desde la quiebra de dos de sus empresas: Cremi y Dina. Afortunadamente, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) les ayudó a rescatar su fortuna. ¿Qué importa que millones de mexicanos terminaran en las calles? Una de las familias más ricas del país pudo seguir disfrutando de sus necesidades: casas, autos y prendas de diseñador. No como ese horrible vicio que tenemos los jodidos de comer, o la indeseable costumbre de refugiarnos de la lluvia bajo un techo.

Es por la necesidad de la familia de Raymundo Gómez que su hija, la heredera de Minsa y de los placeres por los que seguimos endeudados como nación, Altagracia Gómez, se ganó un lugar excepcional en la corte de la presidenta Sheinbaum: como coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización, así como su mano derecha en el “Plan México”, aquel proyecto que busca entregar toda la riqueza natural, mineral, energética y de mano de obra en beneficio del enriquecimiento de unos cuantos. Claro: por el bien de todos, primero los pobres… ricos.

Utopías

El problema, tal vez, es pensar que nuestras necesidades como mayoría son más importantes que los carísimos vestidos de Altagracia Gómez. Vestidos que, muchas veces, cuestan el doble o el triple de lo que gana una familia promedio en México en un año.

No lo sé. Solo soy un periodista y un ciudadano. Quizá la presidenta Claudia Sheinbaum, con su título de doctora en estufas ecológicas de leña, vea buenas razones para recibir antes a los empresarios del país que a las madres buscadoras, colectivos feministas, defensores de derechos humanos e indígenas, activistas de todo tipo, periodistas, defensores de los derechos de las infancias, de la salud y de todos los que representamos al grueso de la población.

Igual y es mi falta de visión, de entendimiento, de empatía con aquellos que aplastan a nuestra clase diariamente lo que me impide ver por qué es más importante un nuevo vestido para Altagracia o la venta del 20 por ciento de Pemex a Carlos Slim, que la reducción de la jornada laboral para que nosotros, los jodidos, podamos tener un poquito de ese lujo llamado vida.

Quizá el exceso de sarcasmo e ironía ya se note.

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